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Raul Dominguez

ÉL ES LA RECONCILIACIÓN

La gente suele decir “yo respeto tu religión, respeta tú la mía”, con lo cual se proponen zanjar de una manera concluyente, cualquier conversación que pretendiera convencerles de salir del lugar adonde están. Esto generalmente lo dicen los católicos a los protestantes.


Mi Señor Yahshúa, el más grande y hermoso de todos los hombres, habló algo referencial a los fariseos, cuando les dijo: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres”. (Marcos 7:6,7)


Y la verdad es que el Señor Yahshúa nunca instituyó una iglesia con nombre denominacional (como católica o protestante), ni tampoco mandó a que se predicase a una denominación eclesiástica, sino solo Su Palabra.

Pablo a este respecto dice que el propósito de Dios es que nos reconciliemos con Él (2 Co 5.20), por medio del Mesías, no que militemos o defendamos una parcialidad eclesiástica, y para eso Dios ha enviado a reconciliadores (Yahshúa el primero y luego mensajeros, pacificadores).

El propósito de la venida del Señor Yahshúa (la primera vez), fue solucionar el asunto del pecado, para que toda persona pudiese acercarse con confianza al trono de la gracia (Heb 4.16). Pero lo que vemos es que las gentes rechazan esa propuesta conciliatoria, y se aferran a sus tradiciones y costumbres, invalidando así el mandamiento de Dios (Marcos 7.8).

Cuando el Señor Yahshúa estuvo entre nosotros mandó a decirle a Juan el bautista que a los pobres era anunciado el evangelio (Lucas 7.18). Pero ¿a cuales pobres? No a los que tenían escaso dinero, sino a los que tenían escasa soberbia, y un corazón dispuesto para Dios. Esto hace la clave de todo.

Defender una posición religiosa, sin dar chance a escuchar la verdad, hace de toda persona un (a) soberbio (a) en su propia opinión. Por eso el Señor Dios, el Padre, una vez se preguntó: Señor quién ha creído nuestro anuncio? (Juan 12.38/Isaías 53.1).


El Señor nunca enseñó a defender una posición religiosa, y muy por el contrario nunca enseñó una religión, sino que hablo de reconciliación. La soberbia de permanecer en un lugar, sin siquiera permitirse escuchar la verdad, aleja a tal persona de la reconciliación con el Padre, y en consecuencia de todos sus beneficios.

Salir de la cáscara del mundo, empieza por comenzar a entender la razón por la cual el Señor Yahshúa vino a este mundo. Él no hizo tal sacrificio para que las gentes honraran a hombres o mujeres, como es el caso de María. Sino para que le honraran a él, y de esa manera al Padre (Juan 5.22,24)

La terquedad aleja la reconciliación, aunque ésta siempre está a la puerta, gracias al sacrificio victorioso del Señor Yahshúa. Él dijo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo

¿Cómo podemos ocultar tal verdad, solo por defender una posición religiosa trasmitida por generaciones, sin siquiera meditarla? El problema acá no es si alguien ama a María, sino meditar si es a ella a quien hay que amar o es a Yahshúa. La reconciliación que Dios propone es a través de Su Hijo, no de María.


Yahshúa, el más precioso de todos los hombres es el medio por el cual hay reconciliación con Dios, y ninguna religión, sea católica protestante, budista, islamista, etc. tiene esta posibilidad. Así que no se trata de defender a una religión, no se trata de decir yo tengo mi religión y tú la tuya, se trata de darse la oportunidad para conocer la verdad que el Señor Yahshúa trajo. A fin de cuentas, el Padre nunca instituyó la religión.

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