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Raul Dominguez

ÉL ES LA PROPICIACIÓN

Propiciación la define el diccionario como “Algo que es oportuno y favorable”. Se habla del clima que es propicio en una persona, para disminuir el efecto que algún tipo de dolencia tendría en esta persona, si estuviera en otro clima.


El Antiguo Pacto señala el ritual que se cumplía año a año, que tenía como objetivo el perdón de los pecados del sumo sacerdote y del pueblo en general. Para ello Dios le había dado instrucciones a Moisés de cómo debía ser el tabernáculo. Allí habría dos salones; uno llamado “Lugar Santo” y otro “Lugar Santísimo”. El capítulo 9 de la carta a los hebreos, narra con detalle estos dos áreas.


Así pues sólo el Sumo Sacerdote entraba al Lugar Santísimo, una vez al año, para hacer sacrificio de expiación de pecados. Luego de ser muerto el macho cabrío sin mancha, con su sangre se rociaba el propiciatorio y así el Padre perdonaba los pecados.


Pero ¿por qué esto funcionaba? La razón era que dentro del propiciatorio estaba el acta de la ley, que contenía los mandamientos y ordenanzas, y asimismo el anuncio del castigo a quien faltaba (pecaba). La sangre rociada sobre el propiciatorio cubría el acta, ocultándola a los ojos del Padre, y de esa manera quedaban anulados los pecados. En hebreo la tapa se llama kapporeth, y el verbo que se deriva de ella kafar, significa precisamente eso “cubrir”.


Eso funcionó así por muchísimos años, hasta la venida del perfecto Propiciador. El tabernáculo y todo lo que contenía, así como el ritual que allí se hacía era un tipo del Verdadero que hay en los cielos. Hebreos 9.24 dice: “Porque no entro el Ungido en el santuario hecho de mano figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse por nosotros ahora ante Dios”. Porque lo que se ha hecho entre nosotros tiene la tipología del Verdadero, pero no es el Verdadero; excepto todo lo que se hace en Dios.


He aquí cuando comienza a ser revelado el misterio. Cuando el Señor Yahshúa llegaba al momento de ser detenido, para ser sentenciado y luego asesinado, el Padre se presentaba a sí mismo al Cordero sin mancha, el cual era Su Hijo. Es decir que los corderitos y machos cabríos tenían el tipo de Mesías.


Igualmente, cuando estaba sobre la cruz el Padre hizo que el hijo tomase todos los atributos del acta de los mandamientos (así lo dice Pablo en Colosenses 2.14). Luego al derramar su sangre, como un Cordero sin mancha, esa sangre que lo cubrió por completo ocultó del Padre los pecados de la humanidad, no permitiendo que el Padre viera las consecuencias del pecado, por cuanto éste ya no existía, había sido borrado en el cuerpo de su Hijo. De esta manera el propiciatorio que estaba en el tabernáculo, vino a tener la tipología del Verdadero que es Yahshúa.


Acerca de esto Juan escribió: “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Yahshúa Ha Mashiac el justo. Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero”. (1 Juan 2.2) y Pablo dijo: “siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en el Ungido Yahshúa, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente”


Es correcto pensar que no existe pecado, siempre que este esté cubierto con la sangre del Cordero. Porque siendo el Señor Yahshúa el Kapporeth Verdadero, todo pecado queda oculto en su carne sacrificada. Él es la cubierta (Kapporeth) que tapa (oculta) a los ojos del Padre, el pecado de aquel que está en Cristo. Pero no solo es la tapa física, también es el Verbo que ejecuta la acción. Cuando el Señor ve a sus hijos (los que por medio de la fe, han creído en el Señor), no les ve a ellos, sino al Verdadero y más eficiente Propiciador, y así no hay consecuencia por el pecado.

Yahshúa aplacó la ira que venía como consecuencia del pecado, porque hizo que los que quedan bajo su cobertura de Amor(sacrificio), sean vistos como santificados.

Cuan Precioso es el Hijo de Dios, el Verdadero Propiciador.

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