La incredulidad o la inconsistencia en lo que aceptamos, en alguna oportunidad, es la base de nuestros fracasos. Cualquier victoria o derrota inicia en nuestra mente. Pero lo extraño es que, habiendo estado alguna vez convencidos de algo, luego en un instante ya no mas
¿Por qué?
En una oportunidad Juan el bautista dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es el varón de quien yo dije: Después de mi viene un varón, el cual es antes de mí, porque era primero que yo”. Y después para afirmar su testimonio añadió: “Vi al Espíritu que descendía sobre el cómo paloma”. (Juan 1: 29,30). Este mismo Juan después, estando en la cárcel, “envió a dos de sus discípulos para preguntarle: ¿Eres tu aquel que había de venir, o esperaremos a otro?” (Mateo 11: 2,3)
La fe permanente y firme será lo que nos ayude en el futuro cercano. Una comprensión vacilante de las cosas en las que hemos creído, será nuestra debilidad. Vienen momentos muy duros en contra de toda la humanidad, y es esa firme seguridad en lo que hemos creído, lo que nos sostendrá.
Y no me refiero a la fe de la mente que pregonan los predicadores modernos, sino la de las entrañas, aquella que nos fue dada cuando se nos concedió que la Ruach Ha Kodesh (el Espíritu Santo) morara en nosotros. Sabe el diablo que los que son sin fe no agradan a Dios. (Hebreos 11: 6)
Todos conocemos el famoso pasaje en que el Señor le dice a Kefas: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte…” (Lucas 22.31,32) Y ciertamente Pedro le negó ¿Qué pasara en las horas que han de venir, cuando en medio de la angustia que sobrevendrá, tu fe sea puesta a prueba? ¿Sostendrás tu fe, o esta se debilitará y faltará? ¿Dudaras como Juan el bautista, cuando estaba en la cárcel?
La tribulación podría dar lugar a la duda, o soportara a una fe firme. Todo está en tus entrañas, en lo más interno de tu ser. En qué has creído y, cómo lo has creído, definirá tu reacción. Si tu fe acerca del Señor es superficial, y solo se basa en lo que has oído o leído, lo más seguro es que no puedas sostener en lo que has creído, a la hora de la prueba. En aquel momento dirás: Dios no existe, todo fue mentira. Y este pensamiento vendrá como consecuencia de una fe ligera y simple, toda falta de conocimiento.
Porque la hora de la prueba no la impuso el diablo, el solo es su instrumento, sino Dios (lea Zacarías 13.9). Y tú dirás, siempre me dijeron que Dios era amor, todo fue falso. Pero lo que nunca te dijeron, es que por causa de ese amor es que has de sufrir la prueba.
Apocalipsis 14 habla del tiempo de la gran tribulación. Allí se nos exhorta a ser pacientes, para no aceptar la marca. Porque la prueba será tan terrible, que todo cristiano se rendirá. Todo nacerá en la duda, que proviene de una fe débil. Esta porción termina diciendo: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Yahshúa” (v.12)
Felipe anduvo durante todo el ministerio del Señor Yahshúa. Y vio todos los milagros que el Señor hizo. Fue testigo de todas las sanidades que se mencionan en las Escrituras. Sin embargo, en la víspera de la partida del Señor, fue capaz de decirle: “Muéstranos al Padre y nos basta…” A lo que el Señor respondió: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú, Muéstranos el Padre?”
Hemos estado mucho tiempo con el Señor, pero parece que al final, no le reconoceremos.
Recuerda tu fe será probada, y allí te darás cuenta cuanto había en ti, de ella.
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