El Señor Yahshúa, el Hijo único y auténtico de Dios, dejó cuando estuvo entre nosotros, las enseñanzas que eran necesarias para que los que son del Padre, entendieran Su Verdad. Su mensaje fue variado y a la vez único, poniendo énfasis en que él era el enviado de Dios. Y habló entre nosotros del reino de los cielos, y le dijo a Nicodemo que era necesario nacer de nuevo (Juan 3:3,5), para poder entrar en él.
Luego en varias oportunidades habló del reino de los cielos y dijo, a qué era comparable. Una de esas comparaciones está en Mateo 13:47-50. Y se trata de la red. Dijo el Señor que en la red entrarán todo tipo de peces (como sucede realmente en la pesca), y que será traída a la orilla. En la orilla los ángeles (tal y como hacen los pescadores) separarán los peces malos de los buenos (Mateo 24:30,31).
Quiere decir esto que, aunque se trate del reino de Dios, no significa que no sea vulnerable a sufrir “entradas indeseables”, pero que luego, al final, será limpiado y serán quitados aquellos que no deben entrar. El Señor dijo que para entrar al reino de los cielos era necesario nacer de nuevo. Quiere decir que, mientras no se produzca el regreso del Señor, muchos se harán parte del reino, pero en aquel momento sólo los que hayan nacido de nuevo serán admitidos.
Esto parece indicar que, en este momento, la iglesia hace el papel del reino, y sólo cuando Él regrese será eliminado como reino invisible y será implantado el reino visible en esta tierra durante mil años. Es para el reino terrenal que serán quitados los “peces malos”. Significa esto que muchos de los que ahora se hacen llamar iglesia, no lo serán en aquel momento, porque serán desechados y enviados al infierno.
La iglesia católica dice ser el reino, y la iglesia protestante también. Pero ninguna lo es. Ambas dicen estar extendiendo el reino en la tierra, pero no es verdad. El Señor Yahshúa enseñó que nadie puede decir que el reino está aquí o allá, porque en este momento el reino es invisible. Es un reino en otra dimensión, porque es el reino del Espíritu.
Cuando el Señor enseñó que era necesario nacer de nuevo, para poder entrar al reino, hizo énfasis en el Espíritu (Juan 3:1-7). Los “peces malos” que serán quitados y echados fuera, son los que no han nacido del Espíritu. Porque quien se ha mantenido en la carne, carne es y no entrará porque la carne ha de podrirse y ser comida por los gusanos. En cambio, los que han nacido del Espíritu, espíritu son y viven para siempre. Estos son los peces buenos y quedarán.
Esta victoria la conquistó el Señor, cuando resucitó. Porque él dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:15-17).
Fijémonos en estas palabras: “…porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. Cuando el Espíritu Santo, el Consolador, mora en una persona ésta ha nacido de nuevo. La Presencia del Espíritu es un nuevo nacimiento.
Pedro escribió: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 Pedro 1:22,23).
La Presencia del Espíritu en una persona, le permite amar como Dios ama, y esto es suficiente para estar convencidos de que se ha nacido de nuevo (1 Juan 3:14).
El Señor Dios tiró la red cuando Su Hijo Precioso habitó entre nosotros, y de esto ya más de 2000 años. En esa red han entrado muchos peces; algunos buenos, otros malos. El pez bueno no es católico ni protestante, sino el que ama. La iglesia de Yahshúa, que es el reino invisible, es la que da su vida por sus hermanos, amigos y aún por sus enemigos, y respeta y obedece los (dos) mandamientos de Yahshúa.
Tú puedes ser parte del reino si tan sólo le pides a Dios que te dé de Su Espíritu y vives la vida según el Amor de Dios.
Amén.
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