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Raul Dominguez

EL PURIFICADOR

El capítulo 28 del libro de Ezequiel cuenta la historia de las cosas que sucedieron en los cielos antes que la tierra y el resto del universo fuesen hechos. Realmente todo ocurrió en un lugar cuyo nombre es el Monte de Dios.


No sabemos si el primer Edén donde fue creado “el querubín protector” queda en el mismo lugar, pero ambos sitios quedaban donde Dios mora, y tuvieron un protagonismo extraordinario. Como dijimos el querubín protector fue creado en el primer Edén, el cual no estaba localizado en la tierra, sino posiblemente, en el Monte de Dios.


Allí se rebeló contra Dios Creador y quiso ocupar su lugar, haciendo en el intento, acuerdo con la tercera parte de los ángeles (unos 20.000.000.000 de ellos) quienes hicieron pacto con este ángel extraordinario. De este capítulo 28 de Ezequiel supimos que el querubín protector, luego conocido como Satanás y diablo (dragón, serpiente antigua) es hombre. No igual que Adán, sino superior, por cuanto él y todo el resto de los ángeles fueron creados en sabiduría, cosa que Adán no tenía.


Cuando el querubín fue hallado falto delante de Dios fue expulsado del lugar que tenía, y dice Ezequiel que Dios le echó de Su Monte: “A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector” (Ezequiel 28:16).


Después de esto los cielos se llenaron de violencia y de enfrentamientos. El querubín con sus ángeles y Dios con los suyos. Aunque Dios no batalla, sino Miguel, el capitán de las huestes de Dios, después de Yahshúa quien es la cabeza de todo principado y potestad (Col 2.10).


Quizá la palabra no cuenta muchos detalles de las cosas que sucedieron en el “Lugar de Dios”. Sin embargo Yahshúa nos dijo que: ” Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mat 11:12). También sabemos que el diablo disputó con Miguel por el cuerpo de Moisés (Judas 1.9). Y fue el mismo diablo quien puso a uno de sus demonios principales, llamado el “Príncipe de Persia” para que le estorbará al ángel Gabriel y así evitar que Daniel fuese instruido (Dan 10:13). Y así otras tantas cosas.


De esta serie de batallas celestiales que nuestros ojos nunca han visto, quedó una secuela en los cielos; fueron contaminados. De seguro el querubín luchó con armas inmundas, y los demonios aliados usaron artimañas contaminantes y los extraordinarios santos ángeles de Dios tuvieron que enfrentarle a él y a sus demonios en medio de toda la suciedad que el diablo trae consigo. Pero el Padre previó que Su Hijo limpiara todo.


El Señor Yahshúa limpió todo con su incuestionable victoria sobre el pecado y la muerte, y antes de subir le dijo a las dos Marías que no le tocaran, porque aún no había subido al Padre, dando a entender que no debía ser contaminado con nada, antes de purificar las cosas. Al llegar a los cielos con sus vestiduras y su cuerpo ensangrentado, limpió todo. Limpió los libros de vida de los santos (borrando todo pecado), y limpió las cosas celestiales contaminadas con la batalla.


La carta a los hebreos dice: “Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos”. El sacrificio del Señor Yahshúa purificó los cielos de toda la violencia desatada por el querubín protector; y a partir de ese momento fue expulsado de los cielos (el querubín), para no regresar más. Acerca de esto el Señor le dijo a sus discípulos: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lc 10.18).


Aún queda una batalla la cual no será librada en los cielos que fueron limpiados, sino en los aires donde opera el querubín. “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones..." (Ap. 20_1-3)


Yahshúa Ha Mashiac: El Gran Purificador.

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