El Señor dijo en una ocasión: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama…” (Juan 14.21) dando a entender que, si alguno decía que le amaba, pero no era obediente a Su Voluntad, se engañaba a sí mismo y estaba en grande problema. Pero el asunto va más allá de lo que da una lectura simple; pues no se trata de una imposición de obediencia por la fuerza. Más bien es un consejo.
Las Escrituras llaman “kardias” (de donde se origina el término cardiología y otros afines como corazón) a ese lugar de nuestro ser adonde llegan todos los aprendizajes, sean buenos o malos. Por ejemplo, el mismo Adón Yahshúa dijo: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias (Mateo 15.19). Kardias es entonces aquel lugar de nuestro ser espiritual donde se almacena lo malo.
Pero es también el kardias (corazón) el lugar adonde se recibe al Espíritu Santo. Pablo habló sobre esto diciendo: “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5.5) ¿Parece confrontador no? El mismo lugar para las dos situaciones extremas. Sin embargo, hay un propósito en esto.
En Marcos 12.3 el Señor dijo: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…”, con lo cual dejó claro que sí es posible utilizar ese depósito (kardias) para hacer lo bueno (amar en el sentido agapou, y no en el eros como lo reconoce el mundo), en lugar de utilizarlo para concebir homicidios, rencor o adulterio (entre otros).
Volviendo al tema de Juan 14, tener y guardar son dos versos activos que culminan su razón de ser en una acción. Tener y guardar es reservar, es conservar y cuidar. El que tiene y guarda los mandamientos del Señor, es quien le ama. Pero, ¿Dónde se tienen y se guardan sus mandamientos? Pues en ese mismo lugar, en el kardias, es decir el corazón. Podemos amar a Dios (como Él lo mandó) desde el kardias, y también podemos decidir hacer lo malo desde el kardias.
Es en consecuencia el corazón desde donde decidimos tomar nuestras acciones de vida, pero habiendo recibido “el amor de Dios”, tenemos el poder para cambiar esas malas acciones por las buenas, las que agradan a Dios. El éxito está en tener y guardar sus mandamientos. El amor de Dios puede estar en nuestro almacén personal, que es el kardias, desplazando absolutamente todos los viejos pensamientos y malas acciones. Para tener el amor de Dios (agapou) debemos tener al Espíritu (Ruach). Y este solo podemos tenerle si guardamos la Palabra del Señor.
El dijo que Su Palabra es Espíritu (Juan 6.19) por lo que, si tenemos Su Palabra, tenemos al Espíritu y podremos amarle. Amar al Señor tiene grande recompensa, porque ÉL dijo: “…el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14.21). Amar a Dios es el más grande mandamiento: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento (Marcos 12.30); así que si lo hacemos le agradaremos.
Si tu quisieras amar a Yahshúa (y al Padre en consecuencia), sólo tienes que tener al Espíritu Santo morando en ti, y esto sólo será posible si tienes y guardas sus Palabras.
Lee las Escrituras, especialmente el Nuevo Testamento. Dios te bendiga
Amén.
Comments