Juan escribe en su evangelio: “ Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Yahshúa, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor”. (Juan 20:19,20)
Momentos antes Yahshúa había conversado con María de Magdala, quien lloraba porque pensaba que alguien se había robado el cuerpo del Señor. En ese momento se le apareció Yahshúa y le dijo: “!!María! Volviéndose ella, le dijo: !!Raboni! (que quiere decir, Maestro). Yahshúa le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. (Juan 20:16,17)
¡Qué hermosas palabras, y cuán grande esperanza! Yahshúa recién resucitado, consuela a María y le habla que adonde él va, es a la casa del Padre y Dios, pero al mismo tiempo le dice, que ese Padre y Dios, es también de ellos, y les llama hermanos.
Sin duda la resurrección del Señor es el acontecimiento más notorio que haya ocurrido jamás, porque nadie que haya muerto ha podido recuperar la vida, por sí mismo. Tenemos el caso de Lázaro quien resucitó, pero bajo el poder del Espíritu, por la instrucción del Señor Yahshúa. También el día que Yahshúa murió, los santos que habían muerto se levantaron de sus tumbas (Mt. 27:52), pero no por ellos, sino como consecuencia de la manifestación extraordinaria de la muerte del Hijo de Dios.
Un caso típico de que la muerte retiene a los que por ella son tomados, es el del rey David. Pedro en su exposición acerca de la resurrección del Señor Yahshúa dijo: “Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy”.(Hechos 2.29)
Porque la muerte tiene un poder extraordinario para mantener encadenados a sus rehenes. Pero esto no fue así con Yahshúa. Pedro en su primera predicación abierta dijo: “Yahshúa nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella”. (Hechos 2:22-24)
Juan, en la visión de la isla de Patmos dijo que vio a uno con apariencia de Cordero inmolado, en pie junto al trono del Padre, que tenía siete cuernos y siete ojos. Este es Yahshúa. Al comienzo de este escrito vimos que Yahshúa le dijo a María, que no le tocara porque aún no había subido al Padre. Juan ve ese preciso momento. Yahshúa, resucitado estaba en la presencia del Padre, listo para tomar el libro de los sellos.
En estos tiempos malos, los enemigos de Dios, han tratado de desvirtuar la resurrección de Yahshúa. Canales de televisión como NatGeo, o The History Channel han transmitido documentales donde supuestamente demuestran, que han hallado la tumba de Yahshúa, con sus huesos. Pero María Magdalena le dijo a quien creyó era el hortelano: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré” (Juan 20:15).Esto demuestra que en la tumba de Yahshúa no había cuerpo, por lo que no podrían haber quedado huesos.
El libro Holy Blood, Holy Grail (‘Santa Sangre, Santo Grial’), traducido al español como El enigma sagrado (supuestamente plagiado en El Código DaVinci), fue escrito por el propio Satanás en las personas de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, induce al lector a creer que Yahshúa no murió en aquel día, sino que escapó con María de Magdala. Su cuerpo estaría enterrado en Francia, en la capilla Rosslyn, junto con la propia María. Estos son intentos del propio enemigo de Dios, de desvirtuar la verdad.
Lo verdadero es que Yahshúa si murió, y sí resucitó y en este momento está en el seno del Padre, a tan solo segundos de regresar a la tierra, a buscar a los suyos.
¡Alegraos y regocijaos, porque Yahshúa, el Mesás, ha resucitado!
¡Amén!
¡Felices Pascuas!
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